COMBUSTION ESPONTANEA

El banco

Eran la seis de la tarde, comenzaba a hacer frío, el viento hacía danzar las hojas que se habían desprendido de sus ramas, era un clásico domingo otoñal. Yo estaba junto al camino que cruza de lado a lado mi plaza, la más grande y bella, aunque para ser sincero, no conozco otra. Sólo he servido a ésta, pero qué importa, igual me gusta y es grande. De pronto, oí sobre mí -¿Pablo?- el individuo que se encontraba en mi extremo derecho leyendo el diario, se volteó, luego de analizar a quien había preguntado, respondió –sí-. Las dos personas que hacían uso de mí se acercaron.

Camila preguntó -¿Qué ha sido de tu vida?- a lo que le respondieron –lo que siempre quise, pero no con quien quise, como tú sabes-. La mujer bajó la vista ante la hostigante mirada de Pablo, del mismo modo que lo hizo hace unos años, cuando luego de tomar aire dijo –creo que debemos darnos un tiempo- a lo que Pablo reaccionó de la peor manera. No comprendía qué sucedía, llevaban seis años de noviazgo y estaban a una semana del casorio ¿Por qué esa drástica decisión? -Lo de darse un tiempo es terminar- dijo acertadamente Pablo.

Pero antes de hablarte de ellos, debo hablarte de la madre de él y del padre de ella. El estúpido, emborrachado de amor me marcó de por vida con sus nombres, Adrián y María, qué rabia. Bueno, continuaré, yo he sido lugar habitual de encuentro para las dos parejas, recuerdo que en uno de Pablo y Camila, Pablo leyó lo escrito por su suegro en aquel entonces, y bromeando dijo – mira mi amor, está escrito el nombre de tu padre y el de mi madre, como si hubieran sido novios- Camila y él rieron, yo pensé “lo eran, imbécil”.

Pero te estaba hablando de Adrián y María, ellos no estaban tan comprometidos como sus hijos, pero tenían una fuerte relación, que se terminó luego de la décima infidelidad de Adrián. Ella era tan pura e ingenua, lástima que el hijo no sea así, nunca supe de una infidelidad de Pablo a María ¡ups! Tanto nombre me confunde, de Pablo a Camila perdón. No era infiel, pero era manipulador y celoso, definitivamente no la merecía, al igual que Adrián a María. Por suerte las dos parejas se disolvieron ¿Habré influido en algo? No creo, pero si lo hice, que bueno, aunque pensándolo bien, de todas las parejas que se han sentando en mí, nunca me ha gustado el hombre. ¿Será porque me gustan las mujeres?, pero no me gustan como a los hombres o como a ti, supongo que eres humano y no un banco A mí me gustan sus traseros, sé que hay personas que lo primero que miran de otras es eso, pero yo lo hago por una cosa meramente práctica, por ende, me gustan los traseros de mujeres, que son más sutiles y livianos.

Miguel Downey

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